De lejos parece un perro de peluche sobre una mesa de procedimiento. Aunque de cerca no sólo tiene el tamaño de un animal real, sino que pesa como uno y los latidos de su corazón cambian según la patología que se estudie.
Es un simulador animal, un animal robótico que -al igual que los maniquíes en las escuelas de Medicina humana- ayuda a los alumnos de veterinaria a practicar antes de atender a pacientes reales, para que sus ensayos no provoquen dolor a los animales.
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