Más que un fraude

El hallazgo de carne de caballo en productos etiquetados como si fueran de vacuno ha destapado un fraude cuya extensión indica graves carencias en el sistema de control de la cadena alimentaria. El hecho de que la etiqueta no se corresponda con la composición real es un engaño que debe ser perseguido y castigado, por lo que las medidas adoptadas hasta ahora están plenamente justificadas. Hay que celebrar también la rápida reacción de las empresas afectadas. Conscientes del deterioro que puede sufrir la imagen de su marca, han realizado análisis y retirado con rapidez los productos fraudulentos. Pero lo ocurrido es algo más que un fraude en el etiquetado —español y europeo— y hay que actuar en consecuencia.

La carne de caballo no es en sí misma el problema. Si está sanitariamente bien controlada, es tan apta y buena para el consumo como pueda serlo la de vacuno o de ovino. La cuestión es que lo que en principio parecía una trampa puntual descubierta en Irlanda hace un mes en un análisis rutinario ha resultado ser una mancha en el sistema de control que se extiende por toda Europa y afecta a todo tipo de productos preparados de muy diferentes marcas. Es la extensión del fraude la que alerta de la preocupante vulnerabilidad del sistema alimentario.

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